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El dolor hecho credit

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Velocidad, vértigo, mareo, éxtasis, intensidad, diversión... todas estas sensaciones, en la mayoría de las ocasiones, son las que nos facilitan los parques de atracciones y temáticos y, de manera más concreta, sus rides y coasters. Pero dentro de esa maraña de ingredientes hay uno que en un porcentaje más bajo o más alto, dependiendo de muchos factores, también está presente: el dolor.

Hay dolor para todos los gustos: vibración, golpes, cambios inesperados, quiebros, botes... pero lo que está claro es que en todo ranking de calidad, la parte más baja siempre está ocupada por coasters en las que el dolor está más que presente.

Con ánimo de reforzar esta teoría hoy, en Bloggercoaster, me dispongo a echar un vistazo a la chatarrería de la calidad, a los bajos fondos de la suavidad, a ese grupo de coasters que en mayor o menor medida han magullado y destrozado partes de mi cuerpo hasta ganarse por méritos propios una posición en este particular TOP 10 del dolor. Os las ordenaré de menos a más, para que al final podáis ver la que, a mi parecer, es la coaster más dolorosa de las trescientas largas que llevo hasta ahora catadas.


Ranking del dolor

10. Ramsés
(Parque de Atracciones de Zaragoza, España)

En la cola de esta particular clasificación encontramos una de esas joyas encubiertas que tanto me suelen atraer y que, para qué vamos a negarlo, tenía muchas ganas de probar en su día (en parte debido a su procedencia inicial en el Parc d'Atraccions de Montjuic). Ramsés es un credit muy raro, de hecho es único en su especie ya que la zaragozana Safeco, autora de semejante artefacto, jamás ha construido otra coaster como esta (ni de ningún otro tipo):


Y es que en realidad pese a estar catalogada como credit, Ramsés bien podría ser una ride y tener una decena de clones en ferias o parques de atracciones de menor calibre ya que su estructura en V es muy sencilla. Sin fuerzas G laterales, todo se reduce a fuerzas positivas en la curvatura de la base.

El problema con ella, si de dolor hablamos, es la excesiva vibración que sacude toda la estructura cada vez que uno de sus trenes discurre por las vías, lo cual provoca una auténtica revolución en tu estómago. Jamás he tenido que dejar ir mi comida tras riddear una coaster (tomen nota adolescentes que creen en la religión del vómito fácil) pero si en alguna ocasión he estado cerca de ello, ha sido tras el temblequeo de este arma del demonio.

9. Cobra
(Tivoli Friheden, Dinamarca)

Y de credit raro a credit raro y tiro porque me toca. Sartori, discreta empresa constructora italiana, de pronto un día decide que se cansa de hacer kiddies y big apples y se sube al carro de la intensidad en dimensiones más bien discretas. Así es como nació Cobra, en Tivoli Friheden, un credit difícil de admirar y que a priori (y a posteriori) se convierte en el saco de boxeo del púgil más despiadado:


Salta a la vista que esas curvas y torceduras no son sanas y, efectivamente amigos y amigas, no lo son. Cobra adquiere dimensiones dantescas a cada tramo y transición, cuando tu cuerpo está a merced de las sacudidas que quiera darte y prevees que los moratones van a contarse por pares.


Tampoco sale demasiado bien parado el cuello, que se tambalea a lado y lado chocando con una ortopédica protección mediante un over-the-shoulder-harness capaz de dejar las SLC de Vekoma como unas santitas. Si queréis poner a prueba cualquier medicamento que alivie los golpes, podéis hacer un ciclo en Cobra.

8. Toboggan
(Lakemont Park, EEUU)

Palabras mayores, empezamos a subir poco a poco la palanquita del dolor para llegar a otro de esos credits que pueden parecer siniestros y desconocidos, pero de los cuales todavía queda algún que otro ejemplo dispersado por el mundo.

Toboggan puede parecer y es, ciertamente, todo un despropósito. Su invención se reduce a la más maquiavélica de las mentes y, como no podía ser de otra manera, su dolor traspasa también las fronteras de lo imaginable:


Si meterse en la cabina enlatada que es el tren de esta rareza es ya de por si un ejercicio digno de contorsionista, encajar en el rulo protector a modo de arnés y elevarse a unos 15 metros de altura empieza a comportar regueros de sudor en tu rostro. Pero lo peor todavía está por llegar. Al soltar el tren en la parte más elevada empezaremos a describir una espiral peraltada con velocidad ascendente y que, una vez estás en el interior del carri-coche, se descubre como una hélice eterna que, cual ruleta rusa, deriva en un mini drop final de la muerte.


ESTE, justo este momento es el de máxima expresión dolorosa en todo el ciclo, cuando el tren entra en ese punto en el que velocidad, ortopedia y maldad se unen como tres poderosas lanzas que se clavan en tu pecho. Las fuerzas G y el desgaste físico hacen el resto de faena, dejándote listo para el hospital en apenas unos segundos. No apta para quejicas...

7. Goudurix
(Parc Asterix, Francia)

Un clásico en todo ranking del dolor y, en general, de la mala calidad. Pese a todo y si os fijáis, todavía estamos en la séptima posición, lo cual da a entender que pese a que Goudurix puede convertirse en una de vuestras peores pesadillas, sin duda es probable que no se convierta en la peor.


De la misma manera que Schwarzkopf tuvo en su día Lisebergbanan como su máximo exponente o como este año Helix lo ha sido para Mack, podríamos fijarnos en Goudurix como la máxima referencia, el máximo logro en cuanto al lastimado al estilo holandés de Vekoma.


A la vista salta que semejantes elementos dignos del más intrincado de los psicoanálisis dan a entender que la comodidad que reina en casi cualquier facturación de Vekoma no va a derivar en el éxtasis del bienestar y la suavidad. La vibración aquí es lo de menos, lo más importante es que esa parte que intuyes que va a doler dolerá mucho más de lo que ya intuías. Incluso si pensabas que sería como sobrevivir al choque de dos trenes en llamas (las llamas no duelen en golpe, pero añaden drama, licencia propia). Goudurix es eso, muy durix.

6. Volare
(Wiener Prater, Austria)

Una vieja conocida de Bloggercoaster no podía faltar a semejante orgía de traumatismos y descuajeringados corporales. Volare, la sádica obra de tortura facturada por Zamperla, se marca en los huesos de cualquiera que la haya probado en algún momento (especialmente si hablamos de la columna vertebral).


En su día ya os puse al corriente de la oleada de vaivenes que se pueden experimentar en este instrumento de tortura de colosal tamaño, así como de la particularidad de sus formas, sus giros y su sorprendente compresión de espacio, pero siempre vale la pena volver a recordar lo pérfido de sus inversiones y giros:


El único toque sutil que Zamperla pudo tener con semejante máquina de la inquisición es el de dejar el cuerpo del viajero bastante suelto, lo que hace que la vibración o golpes de las soldaduras entre vías apenas se pueda percibir, dejando paso al baile de fuerzas G laterales que se soportan en esta caja de pandora de la molestia.

5. Falcon
(Duinrell, Holanda)

Llegamos a la mitad del ranking con otra de esas coasters que en su día analicé en el blog tras mi visita al pintoresco y pacífico parque de Duinrell, en Holanda. No cabe duda que Gerstlauer encontró una auténtica mina de fabricar dinero con el modelo eurofighter y que, pese a que todavía hoy en día el monstruo sigue coleando y se siguen encargando un par de proyectos al año, la moda de las coasters de caída vertical ha ido apaciguándose poco a poco:


Quiero creer que Falcon es víctima de esa moda. Del intento de Gerstlauer por estandarizar un modelo rápido, barato y versátil, que se adapte a terrenos pequeños y que permita cierta agilidad a la hora de distribuir viales de acceso y salida, así como una vista casi total de toda la coaster por parte del visitante espectador.

El problema es que, como en la inmensa mayoría de las coasters de este modelo, el diseño del tren es demasiado irregular como para soportar de manera uniforme estas fuerzas y aquello que en un tren de un ancho más normal (de dos asientos por fila) sería diversión, aquí, con unos trenes de 4 asientos por fila, se convierte en toda una batalla por la supervivencia corporal.


Traqueteo excesivo, elementos forzadísimos, velocidad mal gestionada (o vas demasiado rápido o en ocasiones el tren parece cercano al freno total) y en general la impresión de que Gerstlauer podría haberse llevado el premio ganador y sin embargo creó el patito feo de la fiesta. Falcon es una auténtica oda al Trombocid.

4. Stampida
(PortAventura, Catalunya)

Tarde o temprano debía llegar. Les ha costado bastante entrar en el ranking a las woodies y eso que es un género que creo que debería tener su propia clasificación por sufrimiento ya que suelen ser trenes con billete a la muerte. Pero he querido alejarme un poco del estereotipo e incluir en esta lista solamente las woodies que merezcan realmente estar aquí. Por eso la única que lo merece por méritos propios es Stampida, o como se la conoce en general, la contractura salvaje de espalda:


Vosotros veis madera, yo leo lesión. Stampida empezó el juego muy bien, realmente su futuro era prometedor y parecía que el panorama de las woodies en el país iba a ser de lo mejorcito del mundo hasta que no se muy bien qué mente pensante (o no pensante, más bien dicho) decidió en su día confiar en la más que dudosa reputación de una empresa llamada Kumbak que, como si de un siniestro mago se tratase, convirtió el paradigma de la diversión en un viaje directo a las calderas de Satanás.


Stampida es MALA. Muy mala. Y sí, se que seguramente tú que estarás leyendo esto y te habrás cansado de hacer ciclos y ciclos en ella pensarás que es la mejor woodie y que es muy divertida y que te lo pasas genial en ella... y también probablemente a principios de siglo pasado la gente se lo pasaba fabuloso a bordo de los primeros Ford-T que salieron al mercado... pero amigo mío, hoy en día existe una cosa que se llama Ferrari y te aseguro que no es ni de lejos lo mismo. De nada.

3. Dinoconda
(China Dinosaur Park, China)

No quiero adelantar demasiados acontecimientos ya que, curiosidades de la vida, hablaré de Dinoconda esta semana mismo (ya os lo dejé ir la semana pasada a través de Facebook), pero aún así, si hacemos un ranking del dolor creo que es absolutamente necesario otorgar la medalla de bronce a una apología tan clara al calvario extremo como es Dinoconda, en China Dinosaur Park:


Sinceramente, no se yo si su primogénita X2 es hoy en día algo parecido a esta, si será mejor o peor u ofrecerá exactamente lo mismo, pero lo que sí que se es que tras riddear Dinoconda tuve bien claro que no sería un credit que me entusiasmaría volver a repetir (por lo que si piso algún día SixFlags Magic Mountain probablemente me lo pensaré más de una vez antes de catar X2).


Repito, no quiero desvelar mucho del porqué está este credit en esta posición de la lista, pero sólo te diré que magulladuras y giros inesperados de cuello forman parte de esta especie de muestrario de desgracias corporales. Yo le cambiaría el nombre de Dinoconda a Discola-onda. Y hasta ahí mi aporte personal.

2. Insane
(Gröna Lund, Suecia)

Nos acercamos a la primera posición y con sorpresa o sin sorpresa empieza a vislumbrarse el final del túnel (nada prometedor, por cierto). Hemos pasado por la incomodidad de algo tan inhumano como Toboggan, por la ortopedia de la jaula de Volare o por el molesto traqueteo incesante de Stampida, pero amigos y amigas de Bloggercoaster, la auténtica galería de los horrores se llama Insane y aquí la tenemos en todo su esplendor:


Los que vayan a defender este modelo habiendo probado únicamente Inferno de Terra Mítica, dejad paso porque este no es vuestro terreno. Comparar Inferno con Insane vendría a ser como poner un huevo de codorniz junto a uno de avestruz. Sí, son huevos, pero ni punto de comparación.

El único punto a favor que le puedo sacar a Insane es que depende cómo tendremos unas envidiables vistas sobre Stockholm y que por suerte no tendremos que lidiar con fuerzas G laterales. Y hasta aquí los halagos, empieza el pavor:


El ingrediente principal de esta coaster viene dado por la distribución de peso de sus trenes, así que puede que la probéis y os convenza o puede ser que, como yo, se convierta en un auténtico desembarco de Normandía en versión coasteril. Pillé balas de dolor por todas partes en todos y cada uno de sus giros, provocando un colapso general en mi cuerpo que incluso me obligó a tomar asiento una vez salí, pálido, de sus instalaciones.

¿Recordáis aquél famoso grito de protesta de "Nunca máis"? Pues eso, NUNCA MÁIS.

1. Furius Baco
(PortAventura, Catalunya)

 Y por fin el veredicto final. Por fin tenemos una ganadora de este más que dudoso premio. Por fin podemos vislumbrar quién se lleva la medalla a convertirse en la discoteca donde todos los hits que suenan resultan ser maulladuras de gato rabioso: Furius Baco.

¡Quién diría hoy en día que este invento apenas tiene 7 años! Y si a ello sumamos las pausas y periodos en que la hemos podido ver cerrada, se quedaría en seis y medio. Furius Baco es pura poesía dramática y trompetesca, una marcha fúnebre de funestas consecuencias en la que desgraciadamente nosotros somos los protagonistas.


Supongo que la idea, que es lo que en su día nos supieron colar muy bien, fue lo que hizo que Intamin pudiera engañar convencer a los directivos del parque de la Costa Daurada a la hora de montar semejante desbarajuste tecnológico: mucha velocidad, trenes estéticamente resultones y la posibilidad de ser una auténtica come-personas en toda regla.

Y sí... a día de hoy los trenes parecen bonitos todavía. Y ya.


Cada vez se hace más común darse un garbeo por webs y foros especializados y ver que pese a que se la defiende a capa y espada (imagino que alguno de vosotros estaría dispuesto ahora mismo a hacerlo) también se defiende a capa y espada que al hacerlo lo hagáis en primera fila y a poder ser en los asientos más cercanos al tonel del medio.

Antiguamente la angustia corporal que se experimentaba en esta tartana de acero era exponencial, de delante hacia atrás. Esto es que conforme avanzabas filas hacia el final el tamaño de las agujas que se te clavaban en forma de golpes en la espalda era cada vez mayor. Pero hoy en día esa graduación ha desaparecido y desde la misma segunda fila Furius Baco se convierte en un festival de crujidos, golpes y desolación física.

Hay quien asegura que la puede ridear tantas veces como quiera. Pues bien, para ti, el que lo asegura por activa y por pasiva: yo soy tan y tan rico que tengo a Michael Jackson disecado en mi salón. De verdad de la buena.

*****

Y hasta aquí llega la galería de los horrores entrada de hoy en el blog, donde os he abierto una pequeña ventanita a lo más profundo de mi corazón para que podáis asomaros y ver lo más oscuro y doloroso que se esconde en mis memorias parqueriles.

Soy plenamente consciente de que he probado prácticamente lo mejor, pero también he querido haceros partícipes de que no todo el monte es orégano y de que a esa inmensa cantidad de credits buenos y geniales se suma una cantidad mucho mayor de despropósitos dignos de admirar también.

Dejo atrás otros armatostes demoniacos como las SLC de Vekoma, las spinnings de Reverchon o algunas wild mouses repartidas por todo el mundo. No me olvido de Wildcat en Hersheypark o del despropósito de Gwazi en Busch Gardens Tampa, pero como siempre pasa en el blog, toda entrada tiene un final y, tergiversando un poco el refrán: lo malo, si breve, dos veces hematoma.

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